martes, 23 de marzo de 2010

Cuatro vueltas al sol


Los niños y niñas montessori festejan sus cumpleaños dando vueltas a un sol de madera situado al centro de un círculo que representa una órbita. En sus manos llevan un globo terráqueo como símbolo de aprecio a su casa la Tierra. Dan tantas vueltas como años tienen. No dicen: ´tengo cuatro años´, dicen: ´he dado cuatro vueltas al sol desde mi nacimiento´. Al finalizar comparten una selección de fotos que han dispuesto con sus padres en un pequeño álbum, en donde muestran a sus compañeros y compañeras su crecimiento. Piensen unos segundos cuántos conocimientos han adquirido estos pequeños con este evento tan significativo en su vida. No hay piñatas, chuches, ni platos con superhéroes, no hay regalos, sólo el interés que sus compañeros han puesto a su vida y el reconocimiento de su estar en el universo.
Mi niño ha dado cuatro vueltas al sol...

El orden lleva a la disciplina


Entonces comprendí que en el ambiente del niño todo debe estar medido
y ordenado, y que la eliminación de confusiones y superficialidades
engendra precisamente el interés y la concentración.
María Montessori


Cualquier cosa que nosotros hagamos será emulada por nuestros hijos e hijas. Ellos necesitan una referencia para el comportamiento. Es por ello que antes de cuestionarnos porqué actúan en forma errónea o incorrecta debemos mirar hacia nosotros. Si no tenemos disciplina en la vida (orden, horarios, hábitos…), no podemos pedir que ellos la tengan. Si nuestra vida es caótica, la de ellos también lo será.
Si a todo esto aunamos que vivimos inmersos en una sociedad en la cual la armonía pierde valor, en donde hay que correr para “ganar” tiempo y tener mucho para gastar más, en donde la violencia tácita en los medios de comunicación acrecienta nuestra indolencia e indiferencia, resultará complicado, por no decir imposible, conformar un recinto de paz en nuestros hogares.
La respuesta a aquellos padres y madres que deseen procurar ambientes propicios para que el desarrollo de sus hijos e hijas sea sano e integral, está en el cuidado del orden que rija sus vidas.
En otras ocasiones he mencionado que el espacio debe estar adecuado a las necesidades e intereses de los niños, de tal manera que nada sea un obstáculo en su aprendizaje. Pero no basta con comprar muebles a medida o adecuados para generar el orden. A los niños hay que enseñarles a moverse en el espacio con cuidado y respeto. Deben entender que todo en casa tiene una función que se debe respetar y los padres debemos recordárselos con palabras y actos: `esta es una mesa y en ella comemos´, `el sillón sirve para sentarnos, nunca para saltar´. Pero si al ver la tele, subimos los pies a la mesa, el mensaje se contradice y el aprendizaje se coarta.
El movimiento también se educa y este aprendizaje del autocontrol es vital para lograr una buena disciplina. Los recién nacidos aprenden a moverse dentro de un espacio limitado, no se trata de poner barreras físicas sino de enseñarles a controlar su cuerpo. La supervisión, la vigilancia y la protección son de suma importancia en los primeros años de vida. Nuestra labor es ser ejemplo de cómo se sienta correctamente, cómo se abre una puerta, cómo andamos sin tropezar con las cosas. Es muy importante que hagamos un refuerzo verbal y en lugar de decir `Te vas a pillar un dedo, deja la puerta´, a la niña se le indica, la puerta se cierra así (con la acción acompañada) y se le puede ejemplificar el error `si pones la manita aquí, cuando cierre la puerta te puedes pillar´. Esto lo comprende sin problemas un niño a partir de un año. Como verán no sólo es ordenar el espacio sino aprender a moverse en él de manera correcta.
Lo mismo sucede con el tiempo. Una vez marcadas las rutinas, hay que ser respetuosos y consecuentes con las horas determinadas para cada actividad. Si rompemos continuamente el horario, el mensaje que estamos transmitiendo es de inseguridad, de poca certeza, cosa que a los niños atemoriza y violenta. Si por alguna razón el horario se va a romper, es importante que le avisemos a nuestros hijos que un cambio previsto va a ocurrir: ´esta noche cenaremos fuera de casa porque es un día especial y mañana no hay que despertarnos temprano´.
Mientras los niños se habitúan al horario familiar (en caso de que no se lleve de manera natural desde su nacimiento), es importante recordarles qué es lo que sigue, un horario con dibujos es muy ilustrativo para los pequeños.
Los niños y niñas menores de seis años tienen periodos de concentración más profundos que largos, logran sumergirse en una actividad que aún cuando parece repetitiva, tiene una función específica y trascendente, la de lograr la maestría. No podemos sacarlos de estos periodos como si lo que hicieran no tuviera importancia. La mejor manera de irlos llevando a la siguiente actividad es mediante el aviso previo. Unos diez minutos antes de que llegue la hora del baño se le avisa: `ya viene la hora del baño, en cinco minutos más dejamos de jugar y recogemos´. Es importante que verifiquemos que la niña o el niño se ha enterado y que nos de una muestra de ello. Un `vale´, `sí´, o `de acuerdo´ son suficientes. Al principio nos costará un poco más si están habituados a persuadir a los padres con el llanto; es aquí cuando papá y mamá tienen que actuar en una misma dirección y recordar que se ha hecho un acuerdo. Para estos primeros días conviene ir al horario gráfico y recordar qué es lo que sigue y mencionarle que mañana habrá tiempo para continuar con lo que se hacía.
Y por último les recuerdo la importancia del orden interno, tanto ideas como emociones deben ser cuidadas. Hay que impedir la entrada de violencia a nuestro hogar y vigilar nuestro vocabulario o la forma en la que nos dirigimos a los miembros de la familia; si damos posibilidad al diálogo o si sólo estamos propiciando la discusión y la sinrazón. Recordemos que el diálogo también ordena ideas, da posibilidad de potenciar un pensamiento crítico, creativo, reflexivo. Pero sobre todo nos conduce hacia la escucha, el respeto, la tolerancia y la inclusión.

jueves, 18 de marzo de 2010

Las matemáticas a colores con Bancubi


Si no permitimos que los niños experimenten el descubrimiento del mundo a través de los sentidos durante los tres primeros años de vida, será injusto exigirles que comprendan conceptos abstractos más tarde. A la mayoría de los niños educados en las escuelas tradicionales en donde los conceptos se memorizan, el mundo de las matemáticas los sobrepasa. Si para muchos de ellos que no han salido nunca de la ciudad, imaginar una granja con vacas resulta complicado, pensemos a dónde se va su mente cuando les pedimos que asimilen el cero y su función. La primera vez que vi una raíz cuadrada lo hice a colores. Tuve que esperar tres décadas para experimentarlo y mi maestro fue un pequeño de cuatro años que manipulaba el material montessori conocido como el “binomio al cubo”. El chiquito, sin saberlo, elaboraba una formula matemática compleja, dando orden a seis prismas y dos cubos, de tamaños y colores diferentes para formar otro cubo. Su capacidad psico-senso-motora le permitía ejecutar con maestría movimientos precisos para acomodar cada pieza en su sitio (a mi me llevó el triple de tiempo hacerlo por primera vez). Pero lo que se estaba almacenando en su cabeza era una serie de datos que, dos años después, le llevarían a deducir por sí mismo la fórmula del binomio al cubo. Profundamente atraída por la magia de estos materiales comencé a desarrollar junto con un grupo de guías montessori, dos líneas secuenciadas de capacidades matemáticas: la centrada en lo aritmético y otra en lo geométrico. Un mapa que me permitió comprender con claridad un mundo que antes me resultaba impenetrable y hasta indeseable. Pero lo más interesante fue comprobar que sí existe un orden lógico de habilidades registrables que nos permite identificar el momento cognitivo en el que se encuentra cada alumno en esa área específica del conocimiento. Si un adulto ajeno al método montessori entra en esos ambientes de trabajo, podrá ver niños absortos trabajando con materiales de colores; algunos por ejemplo, estarán formando cadenas de bolitas de colores, pero si observa bien se dará cuenta que están practicando el conteo salteado. Cuando construyen cubos de un metro de arista (lado), están comprobando su capacidad de almacenamiento. Si deambulan por el aula mirando hacia las esquinas, es porque están descubriendo ángulos. Si están sentados en un tapete “jugando” con un tablero de ajedrez de tres colores es porque aprenden a multiplicar. Y si arman escaleras de colores con barritas azules y rojas, es porque están sumando o restando. No necesariamente están acompañados de un adulto, pues una vez que la guía les presenta el material, los chicos están listos para trabajarlo de manera individual. Este procedimiento se repite con cada área del conocimiento que además se integra con las otras en unas hermosas lecciones narradas. En medio de este trabajo me sorprendió observar que los alumnos de entre diez y once años, que comienzan a aprender estrategias matemáticas para la educación secundaria, como lo es el registro de procesos, anotaban primero el resultado y después realizaban el procedimiento como medio para comprobar. Cuando les pregunté cómo podían resolver una operación sin procedimiento, uno de ellos tomó tres lápices de colores (rojo, azul y verde) y en un papel dibujó una cadena de cuadrados de colores, en ella representaba un número. Cada color se correspondía con el sistema de unidades, decenas y centenas. “Así es como lo veo en mi mente”, me dijo. Los chicos “manipulaban” dentro de su cabeza esos sesenta cubitos de colores que desde los tres años llevaban en su mochila y con los cuales habían aprendido a sumar, restar, multiplicar, dividir.... Tengo la fortuna de conocer a Tere Maurer, una generosa mujer que logró encontrar la forma perfecta de llevar el mundo de las matemáticas montessori a cualquier escuela aún cuando tenga un sistema tradicional. Después de observar y trabajar durante muchos años con los niños y guías montessori, elaboró un método cuyo material cabe en tres maletas y sirve para trabajar desde los tres años hasta los trece. Bancubi se puede resumir en una frase, una forma divertida de descubrir las matemáticas. Lo más hermoso es que cuenta con unas normas conocidas como “reglas del juego” que podrían parecer disparatadas para cualquier maestro de escuela tradicional: Nadie se equivoca pues estamos aprendiendo, respetamos el turno, todos prestamos nuestras mentes, prohibido decir ´no´, vale copiar al vecino, puedo aprender de mi error, hay muchas formas de resolver el problema y todas son válidas, si termino guardo silencio, observo y pongo la manos en mis rodillas, puedo ayudar a mi compañero. Recuerdo la ocasión en que los chicos que se graduaban de la primaria montessori, aceptaron el reto de compartir sus conocimientos con niños más pequeños que ellos, chavales de menos de doce años que se rehabilitaban de su adicción drogas industriales (pegamentos y cemento). Nunca he vivido mayor sensación de dicha que la de ver la cara de aquellos niños que descubrían las matemáticas formando frentes de centuriones con los cubos de Bancubi. Y mientras los pequeños que habían pasado su infancia detrás de una nube de adicciones gritaban “sé dividir”, los chicos montessori experimentaban la felicidad de poner al servicio de los demás el conocimiento. Si queremos que nuestros hijos sean felices, procurémosles espacios en donde puedan vivir la experiencia del descubrimiento, de la colaboración, del servicio y del respeto. Un lugar en donde hasta las matemáticas sean divertidas.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Con gracia y cortesía, por favor


Una amiga muy querida, que dedica gran parte de su día haciendo las funciones de mamá de los niños y niñas de dos casas hogares, me comentaba preocupada que las condiciones paupérrimas de donde vienen sus pequeños han impedido que desarrollen actitudes de gracia y cortesía. La mayor parte de ellos han llegado a su cuidado porque fueron retirados de sus familias a causa de la violencia, el desamparo, el abuso...
No quiero ser pretenciosa, me decía, pero me da miedo que su no saber estar les cierre más puertas de las que ya tienen cerradas. Y puedo entenderla. Sin embargo yo conozco muchos niños que viven en contextos privilegiados, que estudian en escuelas de renombre y poseen apellidos con pedigrí, cuyo actuar es muchas veces más descortés y menos agradecido que el de sus niños. Al menos, le dije, tus niños no tienen el terrible defecto de la prepotencia o la arrogancia.
Lograr que nuestros niños y niñas sepan dar las gracias, declinar una propuesta con cortesía, saludar amablemente, solicitar algo o pedir ayuda por favor, dar la bienvenida, ceder el paso a otra persona, disculparse, hablar con un tono de voz adecuado, pedir permiso, ser buen anfitrión conlleva un trabajo profundo y muy conciente por parte de los adultos que los guiamos.
El grato recuerdo que dejan aquellos pequeños que pasan por nuestra vida siendo amables, gentiles, respetuosos, se queda para siempre. Como maestra de muchos alumnos de todas las edades, me quedo con aquellos que me han generado una impresión positiva de buena educación. Alumnas y alumnos que saben esperar su turno, que respetan la opinión o postura de sus compañeros, que presentan argumentos contrarios sin faltar al respeto a sus interlocutores, que saludan cada mañana, que dan las gracias al final del día. Llevan en sus manos una llave que abre puertas. Una carta de recomendación firmada por todos los que les conocen.
La doctora María Montessori lo sabía y reconocía en esas actitudes todo un código cultural que quiso resguardar en una serie de lecciones conocidas como “gracia y cortesía” y que hoy seguimos aplicando los docentes y padres que creemos en su filosofía. Lo más hermoso de estas lecciones es que son apropiadas para todas las culturas pues en ellas prima el respeto hacia el otro, la cordialidad, la amabilidad, el servicio comunitario y la bondad.
Voy a tratar de trasmitir con brevedad la clave de los ejercicios para que puedan ponerlos en práctica en casa, pero debo insistir en la importancia de la perseverancia por parte de los adultos, la auto corrección de nuestros malos hábitos o actitudes incorrectas y el saber reconocer nuestros fallos con una disculpa a tiempo, porque es la mejor manera de enseñarles que los fallos son propios de los humanos pero que una actitud de humildad y deseo de corrección, pueden cambiar las cosas.
Así pues, estas lecciones son una serie de situaciones que tenemos que modelar continuamente los adultos con plena conciencia e intención de imprimir la actitud en nuestros hijos. Entre más pequeños sean los niños y niñas, más fácil es lograr la impresión, pues los pequeños de entre dos y cinco años gustan de imitar situaciones. Sin embargo, cuando una adolescente observa una actitud de respeto y cortesía hacia ella, su reacción primera es ser amable. Para los más pequeños es importante hacerles saber que les estamos modelando, es por ello que siempre debe ir acompañado de un refuerzo verbal: “en esta casa nos pedimos las cosas por favor”, “nosotros siempre damos las gracias”. Pero también cuando cerramos una puerta, ordenamos los juguetes, esperamos un turno para hablar o ver la televisión hacemos hincapié en que esa es la manera en la que se hacen las cosas en casa. La actitud se imprime en el tono de voz y en la suavidad de los movimientos. Cerramos las puertas suavemente, nos movemos con calma, nos hablamos con un tono adecuado, movemos las sillas sin molestar a los vecinos. Con ello estamos enseñando a nuestros niños y niñas a fortalecer su autocontrol al tiempo que los sumergimos en un ambiente armonioso.
Los padres y madres somos mucho más susceptibles a cambiar de actitud o desistir del intento de modelar, que los maestros. Los hijos e hijas no suelen hacer berrinches en la escuela, tienden a contener su frustración con mayor facilidad sabiendo que los límites están claros y que la maestra muestra la misma actitud con todos los compañeros. El secreto en casa está en la paciencia, en el saber que los berrinches serán temporales y que si logramos salir victoriosos de la primera infancia, tenemos la batalla ganada. Nuestro fin es lograr que nuestros niños y niñas muestren tolerancia a la frustración, que acepten un `no´ por respuesta, que esperen su turno para hablar, que se comuniquen sin dar gritos.
Si en algún momento vemos que nuestros hijos e hijas equivocan su actitud, es bueno repetirles con calma: “¿recuerdas en que tono nos hablamos en esta familia?”, “¿recuerdas que cuando estoy hablando con alguien tienes que esperar a que termine para poder atenderte?” o “te recuerdo que pedimos las cosas sin llorar”.
En las escuelas Montessori este trabajo es fundamental para lograr una actitud positiva frente a la vida y por ende, frente al aprendizaje; nos lo tomamos tan enserio que a las alumnas y alumnos se les modela cómo ordenar el material, cómo caminar por las aulas, cómo poner un florero, cómo saludar a las visitas, cómo pedir disculpas si tropiezan con alguien, cómo entrar sin correr después del recreo. El resultado, créanme, es sorprendente: jovencitos y jovencitas de trece o catorce años que traspiran armonía y respeto con solo caminar.

viernes, 12 de marzo de 2010

Y el tiempo se detuvo.


Llegué a Andalucía cuando mi niño recién cumplió los tres meses. Acababa de dejar la coordinación de un maravilloso Colegio Montessori en el cual aprendí durante un par de años a observar a los niños.
Desde la postura de María Montessori, es imprescindible observar antes de programar, crear o elaborar un trabajo para los pequeños. Son ellos quienes, desde su propio interés se van acercando al conocimiento. Por ello es tan importante respetar su ritmo y tendencias naturales.
Firme creyente de su filosofía, llegué a vivir a la tierra más anárquica y alejada de la postura montessoriana. El orden que sugiere para crecer con armonía reina por su ausencia en estas calles malagueñas. Recuerdo que los amigos se sorprendían cuando me negaba a mantener a mi hijo en la carreola a la intemperie después de las nueve de la noche en una terraza de algún bar. Los niños en esta tierra se adaptan al ritmo y espacios de los adultos y no al contrario.
En casa hemos tratado de que los niños tengan un horario establecido, una rutina que les de seguridad y les marque las pautas a seguir diariamente. En esta tierra se llega a pensar que esta forma de trabajar con los niños es demasiado rígida y probablemente podría llegar a serlo si no se tiene en cuenta -ante todo- el ritmo del niño, esos momentos mágicos en los que observamos que nuestros hijos e hijas están sumergidos en una actividad que los está acercando a un nuevo saber, a una forma diferente de entender su entorno.
Hoy tocaba el baño, como cada día, a las siete y media. Cuando me dispuse a avisarle a Iker que su tina estaba lista, observé desde la puerta del cuarto que estaba colocando las letras de imán con el esmero de quien desea aprender a escribir. Con sus tres años (muy entrados en cuatro) jugaba a formar palabras.
Era un pecado interrumpir ese momento mágico, ese periodo de concentración profunda (como lo llamaba María Montessori), así que paré el tiempo y disfruté observando a mi niño crecer.

domingo, 7 de marzo de 2010

Estimulación prenatal

A veces olvidamos que la vida de nuestros hijos e hijas inicia en el momento en que son gestados, fuera de debates éticos, todos ellos respetables, es importante tenerlo en cuenta cuando intentamos comprender su desarrollo, el origen de sus capacidades o sus limitaciones.
Desde el primer día, esa pequeña célula cargada de datos, de historia, de vida, va saltando de manera cuántica de una capacidad a otra. Pasa de ser un cigoto, a un embrión, a un feto y así hasta adquirir forma y facultades propias de nuestra especie.
Existen teorías que indican que nuestra sorprendente evolución se debe a la mano. Éstas respaldan sus hipótesis en el hecho de que gracias a esta minúscula extensión del cuerpo, el ser humano pudo dominar el fuego y crear herramientas para sobrevivir. Hoy es posible observar una gran actividad neuronal cuando la mano realiza una actividad. Lo más sorprendente es que este instrumento ejecutivo del cerebro ya tiene desarrolladas todas sus funciones cuando el embrión cumple cuarenta y siete días de vida. Esas pequeñas bolsitas -más parecidas a las manos de una rana que a las de un humano- están listas para palpar el mundo.
Al cumplirse la sexta semana se completa el desarrollo del sistema nervioso central (que irá creciendo conforme lo haga la corteza cerebral), lo cual nos indica que el feto está listo para absorber estímulos que se irán almacenando en su memoria sensorial. Es el momento adecuado para comenzar a participar de forma activa en la maravillosa experiencia del aprendizaje.
Con siete semanas los órganos han tomado su sitio, ya sólo es cuestión de esperar su maduración. Las orejas se encuentran en su sitio y el insipiente aparato auditivo está percibiendo el rítmico latido de la madre y los sonidos externos. Es un buen momento para comenzar a escuchar música con la intención de que la pequeña o pequeño comience a contactar con el exterior; no es necesario ponernos audífonos en el vientre, como antes se pensaba, basta con escuchar y movernos al ritmo (bailar con el papá alegremente funciona mejor). Esto ayuda a potenciar las capacidades de ritmo, armonía y melodía, y no sólo para desarrollar un gusto por la música sino para que comience a comprender que fuera del vientre materno casi todo tiene un orden espacio temporal. Hay estudios que respaldan que aquellos niños y niñas que han sido estimulados desde el vientre materno tienen mucha más facilidad para las matemáticas, el lenguaje (gramática y vocabulario), la coordinación, el diálogo, la interrelación, creatividad y concentración entre otras.
Por lo general el padre cree que no puede involucrarse en el desarrollo prenatal pero no es así. Conozco muchos papás que han tomado la iniciativa de crear un vínculo emocional con sus hijos e hijas desde el embarazo; suelen poner música que les gusta, les leen cuentos, los acarician y les hablan. Por más extraño que parezca estos pequeños gestos ayudan profundamente en el desarrollo social, emocional, físico y mental de su bebé. Además de que aportan seguridad y confianza, tan necesarias para la autoestima del bebé. Otra forma activa de intervenir en esta etapa es procurando un ambiente de tranquilidad para la madre, pensando que el estado anímico de ella afecta directamente en el desarrollo emocional del pequeño o pequeña.
Si todo sigue su orden natural, el bebé nacerá cuando cada uno de los órganos haya alcanzado su nivel óptimo de maduración. En caso de que los niños nazcan prematuramente es importante localizar el momento en el que se detuvo su desarrollo prenatal, pues esos aspectos se deberán trabajar para no arrastrar secuelas en su aprendizaje. Nuestros niños en realidad no cumplen años el día de su nacimiento, sino el día de su gestación.

El privilegio de ser padres



Toda ayuda innecesaria es un obstáculo en el crecimiento
María Montessori


Cada día somos más los padres y madres que nos acercamos a profesionales de la educación solicitando asesoría, apoyo o simplemente información. Deseamos tener más herramientas para acompañar a nuestros hijos en su formación. Muchas veces la dinámica familiar, el trabajo o el agotamiento no nos permiten observar con calma el origen de los problemas que se gestan en casa y nos perdemos en buscar soluciones rápidas a situaciones emergentes, por lo general relacionadas con la disciplina o los malos hábitos de sueño, alimentación, juego, etc. Esta tendencia a solucionar los problemas, antes que prevenirlos, nos impiden disfrutar de lo positivo de su crecimiento, dejamos de observar las habilidades que van adquiriendo y nos centramos en los berrinches o malas noches. Pero quizá el problema radica en el hecho de que ser padre o madre requiere de ciertas actitudes que no todos hemos fortalecido. Como cualquier habilidad, la actitud se puede ejercitar; propongo comenzar por aquellas que considero imprescindibles: 1. Confianza en la naturaleza bondadosa del niño y en nuestro instinto paternal. 2. Paciencia, ya que todo en el desarrollo del ser humano se completa; aquello que parecer no tener final no es sino una etapa que no volverá. 3. Respeto para cada niño, cada niña, pues cada uno posee un ritmo de aprendizaje diferente, tiene intereses diferentes, necesidades diferentes. 4. Constancia en el desarrollo de la voluntad (disciplina) de nuestros hijos e hijas, ya que de ello dependerá el fortalecimiento de su comprensión del mundo, de las leyes y normas que rigen las relaciones humanas y de la libre y adecuada elección. 5. Tranquilidad. En la medida en la que estemos serenos, nuestros hijos e hijas lo estarán también. Si logramos mostrar estas actitudes, podemos asegurar que la mitad del trabajo está logrado. Pero aún falta una parte muy importante, lo que en la educación montessori se conoce como `los tres pilares de la educación´. A aquellas mamás y papás que se acercan al colegio (o cualquier otro profesional de la educación) y solicitan tutoría o asesoría, se les pide que describan la forma en la que el hijo o hija llevan su rutina. Con sólo esa información es posible saber si los padres están cometiendo algún error que impida el desarrollo natural de sus hijos. Los adultos somos expertos en obstaculizarlo. Solemos adaptar su espacio y tiempo al nuestro. Somos muy poco respetuosos con sus necesidades. Les damos de comer cuando a nosotros nos viene bien, los dormimos cuando nos conviene, decoramos la casa de acuerdo a nuestros gustos y caprichos y no nos damos cuenta que sólo estamos alterando una armonía que se rebela por medio de rabietas que en la mayoría de las veces significan: respétame. Por lo mismo quiero compartirles estos tres pilares para que analicemos si hay algo en nuestra actitud o en nuestra manera de ejercer la paternidad que pueda provocar lo que en el día a día consideramos un problema. Les recuerdo, no hay niñas o niños malos, sólo hay padres despistados. Autoformación: Es esencial que los padres y madres se familiaricen con el desarrollo natural de sus hijos, informándose y preparándose antes de que cada etapa llegue. Por lo menos tiene que haber tres libros en casa que nos hablen del desarrollo. Ambiente preparado: Ordenar espacio (casa y en especial la habitación de los niños) de tal manera que nada obstaculice su desarrollo, no hay nada peor para el desarrollo psico-senso-motor que un lugar en el que no se puedan mover los niños, en el que no puedan tocar las cosas. Sus juguetes y material de trabajo (arte) deben estar organizados en cajones o canastos en los que puedan clasificar (muñecos, coches, trenes, animales, instrumentos musicales). Organizar su tiempo por medio de rutinas adaptadas a las necesidades del niño que den seguridad y certeza. Es muy importante respetar las horas de sueño para su edad (entre 10 y 12 horas antes de los 8 años). Actividades y material que procuren el desarrollo: Que los materiales (juguetes didácticos) y actividades que planeamos para los hijos supongan una ayuda y no un obstáculo o una distracción innecesaria. Si hay más de seis juguetes en la habitación no sólo no podrán organizarlos sino que les será difícil concentrarse por un periodo razonable en una sola actividad. Evitemos juguetes que emulen los dibujos animados, en cambio compremos puzzles, libros, cubos de madera, reproducción de animales, letras con imanes, pizarras, pelotas, pinturas… Y para terminar los invito a poner especial interés en la disciplina, entendiendo esta como el desarrollo de la voluntad: movimiento, pensamiento, emociones… La disciplina se va gestando desde los primeros meses, un niño, una niña, cuya vida esté ordenada, organizada, difícilmente mostrará mala conducta. Pero para ello debemos ser constantes, indicando desde el segundo semestre de vida la función de las cosas: `la mesa sirve para comer´; ejercitándoles la capacidad de seguir indicaciones: `lleva tu ropa sucia al cubo, porfavor´; motivándoles a realizar las cosas sin ayuda: `quitate los calcetines tu solita´, colaborando en casa: `ayuda a papá a poner la mesa´. Verán cómo son capaces de ir actuando con disciplina sin necesidad de obligar ni enfadarse. No olvidemos que lo más emocionante de la paternidad, es que de alguna manera somos testigos de la evolución de de nuestra especie a través del desarrollo de nuestros hijos e hijas. Y lo más bello es la recompensa del amor. Si somos capaces de trasmitir una filosofía de vida basada en la fortaleza de los lazos familiares, la solidaridad, la cooperación y el respeto mutuo (a pesar de las diferencias de carácter, inclinaciones, tendencias), tendremos una gran posibilidad de ser correspondidos.