sábado, 8 de mayo de 2010

Periodos sensitivos

A lo largo de la historia de la Educación, grandes pedagogos han dedicado su tiempo a la observación del niño en su ambiente natural (aquél que por su armonía propicia el aprendizaje significativo), con el fin de captar los secretos del desarrollo y los factores que permiten potenciar sus capacidades y florecer sus actitudes positivas. Padres y maestros tenemos la fortuna de contemplar a los pequeños sumergidos en un mundo paralelo mientras realizan un trabajo, desempeñan alguna labor o participan en un juego.
Durante estos periodos de concentración absoluta el cerebro comienza a realizar conexiones neuronales que le permiten dar brincos cuánticos en el mundo del conocimiento. Su creatividad, imaginación pero sobre todo su comprensión se acelera.
Pero hay momentos en los que aparece una desaceleración en el proceso mental que se corresponden con los máximos niveles de desarrollo físico. Durante estos declives, por llamarlos de alguna manera, las conexiones neuronales pierden potencia pues el desarrollo corporal tiene prioridad. Es así como nuestros hijos parecen entrar en crisis, y nosotros con ellos si no logramos comprender la emergente situación.
Muy a menudo los padres acuden angustiados a los profesionales de la educación, cuestionándose cómo es que su pequeño de repente ha perdido concentración, atiende menos cuando se le habla, se rebela ante las normas y muestra pereza ante el estudio.
Desde la perspectiva del niño se vive una situación verdaderamente caótica pues son momentos en donde la duda crece, los miedos e inseguridad se hacen presentes, se potencian las angustias y quejas y se cuestionan mucho más las relaciones humanas.
No es una situación que les agrade ni que puedan controlar fácilmente. Se les conoce como preadolescencias ya que son similares a las que sufrirá de manera profunda años más tarde durante la adolescencia, en donde además las hormonas se disparan jugando un papel fundamental en el desarrollo sexual de los jóvenes y el cerebro sufre una literal poda neuronal.
Intentaré describir brevemente los periodos para ayudarles a distinguirlos cuando estos aparezcan, aunque cabe recordar que estamos hablando de situaciones dentro de los parámetros de lo “normal”. Y aunque estos pueden aparecer y desaparecer dentro del lapso indicado, sin necesidad de que se mantengan durante todo ese periodo, es posible observarlos con claridad. Es entonces cuando nuestros hijos necesitan más apoyo, acompañamiento, comprensión y respeto.
De los cero a los tres años se da el desarrollo del lenguaje, se sientan las bases para la autonomía e independencia y se potencian la mayoría de las habilidades psico-senso-motoras. Es vital hablarles con corrección, leerles cuentos, otorgarles pequeñas labores, permitirles realizar cuantas actividades puedan hacer solos: servir el agua, comer, ordenar su cuarto, caminar, trepar, palpar, oler, tocar.
Entre los tres y los seis años hay una desaceleración en la que se manifiestan pesadillas, fantasías mezcladas con la realidad, angustias y la primera rebeldía a las normas.
En este periodo hay que encauzar las fantasías con el desarrollo de la creación artística y acompañarlos a encontrar respuestas lógicas a sus miedos. Durante toda la infancia, pero sobre todo en este momento, debemos evitar que los niños vean series violentas que presenten personajes que tiendan a la maldad u oscuridad.
De los seis a los nueve años vuelve a acrecentarse la actividad neuronal, se dispara la imaginación, abstracción, colaboración y moralidad. Es cuando los problemas de índole ético se deben poner sobre la mesa; es tiempo para el diálogo, la argumentación, el trabajo en equipo, el planteamiento de problemas complejos a la vez que divertidos.
De los nueve a los 12, con el inicio de la adolescencia, se vuelven a cuestionar las normas y se sufre una apatía en torno al aprendizaje. Y aunque es el periodo más importante en el desarrollo psíquico y emocional del futuro adulto, la educación tradicional lo ha relegado. Y si quisiéramos atenuar la dolencia del adolescente deberíamos todos plantear un proyecto especial para ellos: trabajo físico y colaborativo de tal manera que puedan experimentar la sensación profunda del aprendizaje en equipo, al tiempo que recargan su cuerpo con la energía del ejercicio.
De los 12 a los 15 años, a pesar de seguir dedicando gran parte de su vitalidad a la actividad hormonal, logran desarrollar capacidades de cooperación solidaria, autoaprendizaje y confianza. El último declive –ya mínimo- se da entre los 15 y 18 años.
En todos estos años, como papás hemos de ser comprensivos, cariñosos y flexibles para adaptar las normas a las cambiantes situaciones. Pero al mismo tiempo debemos ser claros, constantes y consecuentes con los límites establecidos. De lo contrario, la duda y la angustia crecerán ante la sensación de incertidumbre y extravío.
Comenzar con un: “entiendo que te sientes molesto…” antes de reprocharles su actuar, podría suavizar una situación que sin duda se repetirá varias veces durante su infancia y adolescencia. Recordemos que, a pesar de su rebeldía, mantenerse en un marco de disciplina les da seguridad.

1 comentario:

  1. Hola, me parece muy interesante lo que mencionas sobre los períodos de los niños, yo escribí un artículo en mi blog, el cual te invito a visitar, recurrentemente señalo el tema Montessori. Te dejo el link, ojala te guste :)
    http://moldeoideas.wordpress.com/2013/03/14/cuales-son-los-periodos-sensitivos-en-los-ninos/

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