No recuerdo haber estado nunca en un curso de verano cuando
niña, de hecho fui pionera en este prominente negocio hace ya 20 años cuando
ganaba mis primeros sueldos nada más salir de la escuela secundaria.
Lo hacía por gusto, ni siquiera me pasaba por la cabeza la
idea de que con el paso de los años las madres pondrían a sus hijos en lista de
espera para talleres de tan amplia variedad.
Cuando era niña las vacaciones pasaban con calmada lentitud.
Saboreábamos el pasar de las horas jugando, visitando a los abuelos, viajando
trayectos de hasta un día, para llegar a la playa, todo eso sin dvds en el coche ni
juegos electrónicos portátiles.
Hoy muchas mamás parecen urgidas; mal salir de la escuela ya
están buscando otro espacio para depositar a sus hijos. Muchos de ellos
continúan en su misma escuela cursando extensiones de su ciclo escolar.
Algunos padres lo hacen porque ambos trabajan, otros
simplemente porque no saben convivir con sus hijos.
Para los primeros, mi absoluto respeto y comprensión. Para
los segundos, esto es sólo una invitación.
Nada más salir de vacaciones, mis hijos y yo (tres y siete
años), elaboramos un plan. Todo comenzó con una larga lista de “cosas y
proyectos que me gustaría realizar”. Revisamos todos los libros de actividades,
de ciencia, de manualidades y seleccionamos los que más nos interesaron.
Elaboramos un horario en donde definiríamos las horas de
proyectos, trabajo comunitario, ejercicio, jardín, comidas y aseo.
Decidieron también que querían trabajar para sacar dinero y
elaboramos una lista de cosas que podíamos hacer para vender.
El verano apenas comenzó, pero el tiempo que hemos pasado
juntos trabajando ha sido de gran valor. Noto que nuestros lazos de amor se
fortalecen y observo cómo mis niños crecen en experiencia y alegría.
Los invito a que por lo menos planifiquen unos cuantos días
de verano en casa juntos, desde reacomodar los juguetes hasta jugar juegos de
mesa.
Que tengan lindas vacaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario